Muchos son los que todavía recuerdan cómo fue su primera experiencia de compra online y las sensaciones y temores que asociaban a ella. Ahora, muchos años después de esa experiencia primera, posiblemente recuerden con cierto humor toda aquella sensación de novedad, de suerte de aventura virtual que suponía comprar online, y el ligero temor a estar haciéndolo todo mal. Ya fuese aquel primer billete de avión que se compró en la red o aquellos libros en edición extranjera que resultaba imposible encontrar en una librería cercana pero que estaban a un par de clics de distancia en la red, la experiencia fue casi de forma segura muy diferente a la que ahora se tiene comprando online.

 

Ahora, el consumidor medio (y en ese saco entran cada vez más personas y más diversas en términos generacionales y demográficos) compra muchísimas cosas en internet. Solo hay que echar la vista atrás para ver lo que se ha comprado online de forma personal para verlo. Es casi una suerte de juego divertido, el de pensar qué se ha comprado en la red en las últimas – por poner una franja cualquiera – 72 horas. La lista puede incluir la compra en el súper, un pedido de comida online porque no se tenía ganas de cocinar, un par de libros y hasta la nueva cortina para la ducha.

 

Mucho ha cambiado desde aquel momento en el que nos daba miedo hacer algo mal en el proceso de compra – y un cierto temor a no estar en un site que mereciese nuestra confianza – hasta el presente en el que compramos cualquier cosa en la red y desde cualquier dispositivo y a cualquier lugar. El comercio electrónico se ha convertido en una parte integral de nuestras vidas y de nuestro día a día y ha eliminado muchísimas barreras en el acceso al consumo. Compramos, por ejemplo, en tiendas online de países distantes como si no fuese algo fuera de lo normal y adquirimos productos que antes eran casi imposibles de encontrar tras una simple búsqueda en la red.

 

Las nuevas obligaciones de las empresas

 

Pero el ecommerce no solo ha cambiado nuestros hábitos de consumo y posiblemente de vida, sino que se ha convertido también – una consecuencia lógica – en un elemento revolucionario en lo que a las decisiones de las empresas y sus acciones tocan. El comercio electrónico ha llevado a las compañías a crear nuevos servicios, a adaptarse a nuevas realidades o a enfrentarse a nuevos competidores en los últimos años.

 

Los consumidores han empezado a exigir mayor variedad de catálogo, mayor rapidez en el servicio, más servicios o más facilidades en cambios o recogida de producto tanto fuera como dentro de la red. Y si lo han hecho es porque el ecommerce les ha acostumbrado a ello.

 

El comercio electrónico ha cambiado las reglas del juego, ha lanzado nuevas dinámicas en la relación con los consumidores y se ha convertido en el motor de crecimiento que marcará lo que las empresas y las marcas tendrán que hacer en los próximos años y en la próxima década.

 

El ecommerce es un motor de empleo

 

Sin duda, una de las grandes muestras de cómo el comercio electrónico se está convirtiendo ya en un elemento determinante en el día a día de las compañías y cómo lo será en su supervivencia y en sus buenos resultados en el futuro más inmediato es el analizar la cantidad de empleos que se prevé que genere esta industria. De hecho, solo en España, se espera que la digitalización del mercado – entre lo que están las tiendas online y lo asociado a ellas – se conviertan en la base para la creación de 3,2 millones de puestos de trabajo en la próxima década, según datos del Observatorio para el Análisis y Desarrollo Económico de Internet. Según datos de Eurostat, el 16% de las empresas de la Unión Europa ya emplea a 10 o más trabajadores para recibir y gestionar compras hechas online.

 

Estos datos pueden contemplarse en comparación con los que el Bureau of Labor Statistics apuntaba recientemente sobre el empleo en EEUU. Las compañías de la economía digital eran las que estaban en 2017 creciendo y contratando a personal en todos los niveles. De hecho, Amazon, el gigante del comercio electrónico, se había convertido ya en la empresa que había logrado alcanzar la cifra de los 300.000 trabajadores más rápido que ninguna otra compañía en la historia de Estados Unidos. Entre 2007 y 2017, el ecommerce como sector había creado 355.000 nuevos puestos de trabajo en EEUU. En el mismo período de tiempo, el retail solo había logrado crear 51.000 trabajos nuevos.

 

Pero no solo estos datos ayudan a comprender la importancia creciente que el ecommerce tiene y la presencia futura que tendrá en las cuentas de las empresas. El comercio electrónico y la economía digital podrían generar grandes crecimientos en términos de riqueza. Según las estimaciones del estudio del Observatorio ADEI, si se hiciese un trabajo de adaptación a estos terrenos el PIB per cápita podría pasar de los 24.000 euros (la cifra media en España cuando se realizó el estudio) a los 33.000 euros en 2030.

 

Conectar con el consumidor y generar confianza, obligatorio para sobrevivir

 

Para posicionarse en la parte ganadora de todas estas cifras, no vale únicamente con comprender cómo el comercio electrónico está cambiando las reglas del juego, sino que es también crucial entender lo que hay que hacer para que los consumidores sean capaces de confiar en la compañía y de conectar con ella. Aunque ahora no tememos tanto como cuando empezamos a comprar en el comercio electrónico el ‘comprar mal’, sí buscamos poder hacer nuestras compras en espacios de confianza y obtener ciertas garantías de que la empresa con la que estamos interactuando es ‘de fiar’, especialmente si a quien compramos no es una gran compañía ya muy conocida.

 

Puromarketing.com